Lo que comemos, una vez digerido
(aminoácidos, glucosa y ácidos grasos), pasa a la sangre y de ahí es
distribuido a todas las células de cuerpo. En el caso de la glucosa, si no
producimos insulina suficiente, al no poder pasar a las células, permanecerá en la sangre y perjudicará
no solamente al páncreas, sino también a otros órganos.
Dentro de lo posible, debemos
intentar prevenir la enfermedad, y si ya se ha desarrollado, debemos intentar
que el páncreas no se siga debilitando cada día más, como ocurre en la mayoría
de los diabéticos insulino-dependientes, donde a pesar de seguir las
indicaciones de su médico van necesitando cada vez más insulina. Para eso
debemos abordar la dieta desde la perspectiva energética observando el yin y el
yang de los alimentos y de su preparación y buscando el equilibrio físico y
emocional.